Su mirada estaba perdida, pero parecía una mirada relajada. En realidad daba la sensación de que soñaba despierta.
Sus manos, que sostenían el violín, se desplazaban lentamente, acariciando su superficie curva y suave.
De pronto, una pequeña sonrisa asomó en su cara, y sus ojos se volvieron brillantes.
Había entrado en Zaragoza y ahí comenzaba una nueva vida, su vida.
soñadora
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