Saturday, May 02, 2009

En el parque


El aire la había conducido de nuevo ahí.
No sabía por qué razón aquel rincón del parque le atraía tanto.
Se sentó en un banco y contempló largo rato el lugar. Muchos cipreses la rodeaban y encerraban en un pequeño claro donde el sol, a duras penas, lograba llegar. Cuatro bancos de piedra, situados frente a frente formando una cruz, se encontraban vacíos, a excepción del que ella ocupaba.
Observando la situación, ella se dio cuenta de una cosa, toda la gente del parque pasaba alrededor de este lugar pero nadie se metía dentro, ni se paraba a observarlo.

“Qué raro…aquí sólo se oyen a los pájaros cantar y el sonido que las hojas producen al chocar con el roce del viento”- comentó la chica para sí.

El tiempo pasaba, pero en este lugar daba la sensación de que se había parado. Los ruidos que la gente producía en el parque, en este lugar sonaban lejanos y distorsionados como si de un sueño se tratara.

“¿Sueño o esto es real? Que extraña paz se respira aquí…”- pensó la chica medio recostada en el banco.

De pronto el colgante de su cadena se movió. Ella lo cogió y lo observó.
Recordó que había sido en ese lugar, en ese mismo banco, donde lo había encontrado semanas antes y le resultó extraño que todavía lo llevara puesto, cuando en realidad ella no solía coger las cosas que encontraba.

“ ¿Qué extraña circunstancia ha hecho que encuentre esta virgen y por qué razón me produce esta sensación de paz?”- pensó mientras observaba el colgante fíjamente buscando la respuesta.

Fue entonces cuando por su mente pasó la imagen de él, recordando todos aquellos momentos juntos que ella nunca había disfrutado como lo hubiera hecho de haber sabido lo que en ese momento sentía por él. Una lágrima rodó por su mejilla al recordar también el momento en el que él trataba de fingir una sonrisa tristona tras haberla explicado su error de sentimientos.
Sí, había sido rechazada varias veces por diferentes chicos, pero nunca le había dolido tanto como con él.
Se levantó del banco, se secó las lágrimas que habían caído erróneamente por sus mejillas y se insultó por haber sido tan débil y estúpida de creer que todo iba a cambiar, que aquel lugar y aquel colgante eran una señal.
Se arrancó la cadena del cuello, la lanzó lo más lejos que pudo y se marchó de aquel rincón del parque cabizbaja con la promesa de no volver.

Unos años después, tras muchos viajes, ella volvió a la ciudad.
En unas pocas horas libres que había conseguido de descanso, se fue a pasear por la ciudad. Recordando momentos y detalles de su vida estudiantil, no se dio cuenta de que sus pies la habían conducido al parque y, cuando salió de su ensimismamiento, se encontró de nuevo en aquel rincón del parque.
El tiempo no había pasado por ese lugar, se mantenía tal cual lo recordaba.
Se sentó en el mismo banco que por aquel entonces, cuando era una estudiante. Posó sus manos y sintió algo bajo la palma de su mano derecha. Cuando la levantó su sorpresa fue grande, pues el colgante que hacía años había lanzado con rabia se encontraba ahí, tal y como lo había encontrado. Lo cogió y lo observó.
Recordó entonces al chico del que ella había estado enamorada por aquel entonces y no se dio cuenta de que una pequeña lágrima estaba rodando por su mejilla una vez más.
Fue entonces cuando alguien le secó la lágrima de la mejilla. Ella sorprendida levantó su mirada y entonces le vio.
Los años habían pasado por él también, pero su dulce sonrisa seguía siendo la misma.
Se sentó a su lado y comenzaron a hablar y a recordar. En medio de aquel rincón sonaban las risas que los dos producían al recordar los viejos tiempos de cuando eran estudiantes y el tiempo parecía que se había parado.
En un momento de silencio, él observó el colgante que ella sostenía sin darse cuenta, lo tomó un momento y se lo puso con cuidado para sorpresa de ella.
Fue entonces cuando se miraron a los ojos una vez más y se dieron cuenta del error que habían cometido una vez cuando eran estudiantes.
Se abrazaron durante largo rato como si fuera a ser la última vez y finalmente se besaron.


Sólo el tiempo puede decir lo que el destino tiene reservado para cada uno.





Soñadora